lunes, 29 de noviembre de 2021

LA CIUDAD Y LOS SIGNOS por Raquel Milagro Espinosa.

 


La ciudad y los signos

                           (Capítulo seleccionado del libro Salta, la ciudad, el campo y sus lectores, Salta, Editorial Hanne, 2020).

        Kazuo Ishiguro, Premio Nobel de Literatura 2017, en su novela El gigante enterrado, cuenta la historia de una pareja de ancianos que vivía al borde de una ciénaga, a la sombra de escarpadas colinas, en una especie de madriguera horadada en sus laderas. El relato, anclado en Inglaterra en épocas remotas, plantea muchos temas interesantes para analizar pero en especial llama la atención el tratamiento del pasado y la forma en que indaga en la memoria y el olvido.

En la comunidad a la que pertenecen Axl y Beatrice raramente se hablaba del pasado; las personas y las cosas se olvidan de un día para el otro y es como una especie de enfermedad que se cierne sobre la aldea. Los recuerdos siempre son fragmentarios y los habitantes del lugar creen que han sido maldecidos con “una niebla del olvido”. Axl, sin embargo, trata de ser optimista y darle ánimo a su esposa: “nuestros recuerdos no se han ido para siempre, tan sólo se han extraviado momentáneamente en alguna parte por culpa de esta maldita niebla. Los recuperaremos, uno por uno si hace falta”. (Ishiguro, 2016: pág.58).

Creo que los vecinos de cualquier ciudad experimentan lo mismo con su pasado. Si bien hay datos que tal vez se desconozcan sobre los orígenes y su evolución, en otras ocasiones sucede que se olvidan de lo que aprendieron o simplemente no observan con detenimiento las huellas que el tiempo deja en distintos espacios de la ciudad.

Salta ofrece a sus habitantes y a quienes la visitan gran cantidad de atractivos: casas particulares, edificios públicos, iglesias, museos, monumentos, plazas, parques, estatuas, pinturas, calles, pasajes… Sin embargo, pocas veces reparamos en los detalles, ésos que forman parte de los ornamentos, de la decoración. A veces no los miramos, ocupados en llegar a tiempo para concretar una cita o ciertos trámites  y otras,  simplemente no los vemos. Están ahí, cerca de nosotros pero invisibilizados, tapados por la publicidad, los árboles o el paso del tiempo que los va transformando, desdibujando, olvidando. En la simbología, las caracolas y  las conchas representan al mar, como si se tratara de “las aguas primordiales”; también hacen referencia al mundo femenino y, en el Cristianismo, se la asocia con el bautismo. Muchas pilas de agua bendita tienen esa forma. (Diccionario de Símbolos y Temas de Federico González Frías). Los lectores pueden reparar en ellas al entrar a alguno de los templos de nuestra ciudad. Sirva, como ejemplo, la pila que está en la Iglesia San José de calle Urquiza. Muchas casas particulares del centro tienen estos símbolos presidiendo sus fachadas, sobre las puertas o labrados en la madera de las mismas. Producto de mis recorridos, a veces planificados y otros erráticos por las calles de nuestra ciudad, encontré algunos de ellos. Uno de los más interesantes que vi y muy bien conservados están en la puerta de acceso donde funciona actualmente la escuela de Comercio Benjamín Zorrilla (calle Mitre 349). También los hallé en los respaldos de las sillas del archivo del Palacio Episcopal, sobre algunas ventanas del edificio de la Legislatura, en el emblemático Hotel Salta  y en la sala de sesiones del Concejo Deliberante, sólo por citar algunos ejemplos de los muchos que abundan. Sin embargo, las más bellas y representativas de estas imágenes están en la fachada y el interior de la Iglesia Nuestra Señora de la Candelaria de la Viña,  de estilo barroco, en la intersección de las calles Alberdi y San Juan.

Como dato complementario creo oportuno recordar que durante la conquista y la evangelización del Chaco salteño alcanzaron gran importancia las figuras cristianas. Telma Chaile, Doctora en Historia, escribe su tesis sobre “Las configuraciones devocionales ante los avances colonizadores e indígenas”. Una zona de cruce, mezclas y conflictos como lo fue la denominada “Frontera del Este”, desde mediados del siglo XVIII atravesó un proceso de institucionalización que comprendió el establecimiento de un conjunto de instalaciones militares y religiosas. La expansión de esa frontera estuvo estrechamente asociada con el recurso a figuras del calendario cristiano, objeto de devoción por parte de los agentes colonizadores. Junto a capillas, oratorios, ermitas, doctrinas, reducciones y vice parroquias aparecían en el escenario fronterizo las imágenes de la virgen de Guadalupe, Santa Bárbara, San Lorenzo Mártir, San Esteban , San Pedro y San Simón, mártires y predicadores. En la actualidad, producto de la evolución de la ciudad, tanto en lo que se refiere al espacio físico como a la sociedad que lo habita, podemos también encontrar los símbolos de las conchas asociados al camino de Santiago en algunas estaciones de servicio Shell.

Para cerrar estas reflexiones volvamos a la lectura de El gigante enterrado. En la novela de Ishiguro la culpa de que los hombres olviden parte de su pasado y de su historia es adjudicada al aliento del dragón Querig. Los protagonistas que quieren  volver a ver a su hijo comienzan un largo viaje que los convertirá en peregrinos hasta el final de sus días y tienen la suerte de asistir al momento en que un guerrero mata finalmente al monstruo. Ya nada les permitirá olvidar. Esto les provoca miedo pues se debaten entre el deber de recordar y la necesidad de olvidar. Lejos del drama de Axl y Beatrice los ciudadanos pueden reconstruir su pasado sin miedo a abandonar el presente ni el futuro que se va delineando. Sin recurrir a los archivos o bibliotecas la historia nos ofrece otras fuentes como la arquitectura convertida en testimonio, huella o reliquia para contarnos sobre el pasado y la identidad de nuestro espacio. Los invito a escuchar y leer ese lenguaje en el que nos habla la ciudad, recorriendo sus calles y sus edificios con una mirada nueva que les permita descubrir lo que a veces está ahí, pero no se percibe y que, seguramente, espera la oportunidad para contarnos alguna historia interesante.


Raquel Milagro Espinosa (1960) Argentina. Profesora Universitaria en Letras- Universidad Nacional de Salta. “Especialista en Ciencias Sociales con Mención en Lectura, Escritura y Educación” por FLACSO, Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales.

Publicó:: La jerarquización de la escuela pública (Ensayo, 1996). Vivir en la Frontera (Ensayo, 2004). Un viaje por los textos (Antología, 2004). La antigua Frontera del Este (2006. Primer Premio Ensayo de la Secretaría de Cultura de la Provincia de Salta). La tapada (Novela, 2008). La chispa que encendería la pradera (Ensayo, 2010). Docentes eran los de antes (Ensayo, 2011). Había una vez un colegio... (Relato de experiencias, 2013). Laguna Blanca. Los orígenes de Joaquín V. González (Ensayo, declarado de interés por la Cámara de Diputados, según Resolución N°: 292/15). Veladas Literarias en Salta. Homenaje a Juana Manuela Gorriti, Salta, Víctor Hanne, (Relato de experiencias, 2016. Declarado de Interés Cultural según Resolución 510/15). El tren fantasma de Mojotoro (novela, 2018). Los fantasmas del Este (Poesía, 2019). Salta, la ciudad, el campo y sus lectores (Crónicas, 2020).

 


 


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