ALAS
“Alas y actitud por siempre”.
Era
una tarde más pero sin dudas la más bella. Por el ventanal podía ver el
camino con flores blancas hasta la
tranquera, que con el verde césped eran un cuadro perfecto; unos goterones
levantando el aroma de tierra mojada, mientras un viento travieso mecía los
tapices en la galería y los pájaros se guarecían en los pinos. Todo indicaba
lluvia, de las que invitan a sentarse en el living con un buen libro, cafecito
y chocolates. Un hilo de luz enceguecedor rasgó el firmamento desde la tierra
hacia lo infinito, seguido de un estruendo que me dejó sin respiro y sentí caer
el agua con furia en la Estancia.
En
ese instante, me vi en recuerdos siendo niña, chacoteando en los charcos
tratando de atrapar mariposas y
corriendo con los brazos extendidos al cielo… Lo feliz, valiente y libre que era. Me vi con las
trenzas mojadas, el agua corriendo por mi rostro sonriente y mis ojos
desbordando vida…
Recordé que si hay personas bendecidas en
la vida, yo soy una de ellas. Nací en los quebrachales, en la tierra arisca de
Anta, mi amada Salta- Argentina y a Tatita Dios gracias, en cuna gaucha. En
tierras del coleto, espuelas y guardamontes, donde las guitarras, bombos y
violines engalanan el aire, donde por las noches se siente rugir el Río
Juramento, el chillido de coyuyos y algún tropel de caballos.
Mi niñez fue tremendamente mágica; casas
de muñecas y bibliotecas con colecciones de libros de cuentos clásicos y
enciclopedias en las que viajé por el mundo… las mejores amigas y primas con
quiénes jugamos a ser maestras, abogados, médicos, reinas y princesas, ¡siempre
las mejores del mundo! Tuve el amor
incondicional de mi madre Juana, de mis tíos Luisa y Pipo, de mis abuelos y de un ángel llamada Petrito, que colmaron mis días de
colores y risas, malcriándome hasta el hartazgo. Tuve padre y a la vez no lo
tuve, en definitiva fue una relación de nada, a pesar del respeto y cariño que
siempre hubo. Tuve una infancia privilegiada, no había celulares ni
computadoras, pero había rondas de amigos en las veredas, paseos en bicicleta,
campeonatos de bolillas, canje de
figuritas repetidas, caballos y pistolas de palo siendo la mejor
pistolera se haya visto y solía sentarme en una carretilla, para que mis primos
me pasearan por las calles y como una soberana reina tiraba besos…
tremendamente audaz. Me gustaba dibujar, pintar, escribir y leer muchísimo, mis
grandes romances fueron con los libros. Hablando de amor, me enamoré de mis primos lejanos, que estaban vedados y
así, todo ese amor platónico terminó siendo nada.
Mi abuela paterna fue sin dudas la mejor
abuela. Ella era la cita segura de todas las tardes con aroma a maíz tostado,
mazamorra y mates cebados con pan casero, mientras leía la Biblia y me hacía
rezar el Santo Rosario pidiendo por toditos los muertos y enfermos. Su casa era
la casa del pueblo, rodeada de parras, manzanos, cítricos, duraznos y plátanos.
Allí se dictaba Catecismo y se hacían los Pesebres vivientes. Con ella hice el
viaje más quijotesco, viajar en tren atravesando medio país; no volví a viajar
en tren, pero es uno de los mejores recuerdos que guardo y si me hubiese
invitado a la luna, sin dudas hubiese ido.
Mi abuelo materno, gaucho de cuna tenía
una estampa imponente. Era culto y respetado; político de la Unión Cívica
Radical, que llegó a Intendente de la ciudad con la honorabilidad y humildad de
los grandes. Su escritorio era un
templo de libros y diarios que mi abuela cuidaba. Ellos eran muy compañeros,
los domingos solían ir a Misa al pueblo, en un sulky tirado de caballos
criollos y él siempre vestido de gaucho, con su sombrero alado negro y nuestro
bendito poncho salteño. Las visitas a su Finca era compartir con mis primos las
más insólitas travesuras; sacarle cigarrillos a los tíos mientras dormían la
siesta, montar a caballo hasta el río y volver llena de usapucas, bañarme en el
canal y hacer casas en los árboles. Jamás tuve miedo… a nada ni a nadie. A los
tres años subía a la mesa y cantaba la Marcha Peronista que sonaba por la
radio, mientras toda mi familia radical
se infartaba.
A los cuatro años me escapé por la
ventana de mi habitación y fui sola en piyamas a la Escuela del pueblo, a
inscribirme en Jardín de Infantes y quedé como alumna. Mis compañeros del Colegio fueron los
mejores, estudiosos y creativos… las carrozas eran semanas de hacer flores de
papel y engrudo, donde los más genios lograban darle formas majestuosas… el
diario “El sapo ronco” ¡era para balcones! Y haciendo honor a nuestra Salta no
faltaron los músicos y cantores.
Un día con mi familia, me fui del pueblo
Gaona por razones laborales de mi madre; no lloré y tampoco me despedí, porque
en cierto modo, nunca me fui. A pesar de los años y del tiempo transcurrido, mi
corazón aún late en sus calles.
La universidad Nacional de Tucumán fue mi
más bello sueño cumplido; en esas aulas tuve los mejores Profesores que me
enseñaron a pensar, crear y sentir el amor por los derechos, y tuve también
abnegados y buenos compañeros. La Residencia universitaria religiosa para
señoritas, fue el paraíso perfecto para lograr el éxito y forjar las grandes
amigas de mi vida.
De pronto, paró la lluvia y me encontré
frente al espejo del living y mirándome hasta el alma me pregunté ¿en qué
retoño se durmió mi valentía, libertad y felicidad? ¿En qué retoño me quedé sin alas? Mis ojos empañados brillaban más que nunca,
nacida en los quebrachales solo podía ser quebracho. Varios años alejada de
todo en la Estancia, mi vida se plasmó en un instante y ese día, en ese
momento, supe que esa niña había vuelto para abrir sus alas, para ser y dar de
ahora en más, aquello por lo que vino al mundo.
Me encanta la tematica, sin duda es Ud una GRANDE bellisima Dra!! Vamos x mas!!
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