jueves, 27 de febrero de 2020

FINAL ABIERTO por ANA MARÍA PARODI


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   Un lujo contar con Ana María Parodi, gran constructora de la cultura, buena amiga y bella persona de bien.


FINAL ABIERTO - Por Ana María Parodi


Capítulo 1
El Último Café
Estuvieron en silencio. Rehuyendo las miradas, igual que en los últimos dos días. Él dijo alguna que otra frase sin importancia y con algo de sarcasmo. Sofía prefería no hablar, toda palabra u opinión podía ser una bomba de estruendo, intimidada ya, estaba casi arrepentida de haber abierto la boca durante la cena; “casi” arrepentida porque muy íntimamente sabía que Daniel ya formaba parte de su vida y debía ser sincera para hacer posible cualquier futuro probable. Sabía que él estaba molesto, incómodo, tal vez herido, pero impecable como siempre, sin una sola expresión de sus emociones totalmente controladas. Había intentado conocerlo, escanear su interior para poder comprender sus reacciones, mirarlo con rayos x  a través de la minúscula abertura que él había dejado al descubierto.
Llegaron temprano a Aeroparque, sin embargo, el tiempo se relativizaba y por momentos parecía interminable; Sofía deseaba detenerlo, eternizar esos minutos que pasaban juntos, y que podrían ser los últimos en mucho tiempo. 
No hubo beso amoroso y sentido, sólo dos piquitos que no dijeron Te Quiero, o Te espero, o Te Extrañaré. Solo dos piquitos sin abrazo de despedida. Una mujer intensa como Sofía, deseaba una demostración apasionada, necesitaba romper el dique de contención emocional en el que se había acostumbrado a vivir.
Tomó su bolso, su equipaje de mano, caminó hacia el pre embarque sin darse vuelta ni por un instante y desapareció tras el vidrio opaco y ciego,  una metáfora del tiempo y la distancia que separaría sus vidas, sus recuerdos, la realidad de la ilusión, sus mundos paralelos.
Buscó la puerta 11 y allí un asiento aislado. Alma solitaria, si las hay, necesitaba sentirse libre, respirar profundo, sin ser juzgada o cuestionada. Reencontrar su propio ser, su naturaleza autosuficiente -si es que existía- recuperar el control. Enjugó lágrimas indiscretas, recordó haberse jurado a sí misma no volver a llorar por un hombre y lo estaba haciendo por temor a no volver a verlo, por no poder comprender aún nada de lo vivido, por esa separación tan llena de incertidumbre.
Saturada de celulares y mensajes de whatsapp dejó el teléfono en el bolso y recostó la cabeza en espera del embarque. Su mente voló, quiso quedarse, revivir los primeros y mejores momentos de aquel encuentro.
La había recibido un hombre más avejentado de lo que recordaba, sencillo, con short y camiseta de las más simples y caseras; Sofía celebró esa sencillez y falta de protocolo, lejos del glamour y la imagen, la ayudaba a relajarse, a ubicarse con mayor familiaridad. No le fue ajeno –por percepción, más que por razón- que él trataba de disimular y controlar la emoción y nerviosismo del momento. Pero todas las mujeres tenemos algo de hechiceras en el linaje, y Sofía no era menos, sintió en todo su cuerpo la coraza de Daniel, incluso mucho más fuerte que la propia.
Ninguno de los dos supo qué hacer, o por dónde empezar. Quedaron frente a frente:
-         ‘Hola’.- dijo él.
-         ‘Hola’. - respondió Sofía.
Entonces el abrazo. Profundo. Deseado. Tal vez el más amoroso que experimentaran en mucho tiempo. Daniel pasó la mano por su cintura y la abrazó bajo la blusa. Ella correspondió al abrazo apretando los brazos alrededor del cuello y espalda sintiendo la caricia y la suave respiración, el casi imperceptible temblor de él sobre el cuello, mientras en su mente repicaba el poema de Benedetti “tal vez me estalle el cuerpo/todo lo que he esperado”….el beso en sus labios supo a frutas olvidadas.  ¿Cuánto hacía que un hombre no la tocaba, cuánto tiempo sin un beso en la boca?... al fin despertaba de su letargo, volvía a temblar ante el deseo de un hombre, tibia ternura, algo parecido a ser amada. Nadie podía saber lo que para ella significaba ese instante de tal intensidad y trascendencia que luego supo, tampoco podría compartir verbalmente con él.
Como si alguien la hubiese sorprendido in-fraganti soltó sus brazos dejando caer el bolso; el alta-voz la derrumbó nuevamente en la realidad de su asiento, borrando la magia del recuerdo.
      -. “Pasajeros del vuelo 1456 abordar por puerta nº 11.”

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Ana María Parodi, escritoraactriz, productora y directora de obras teatrales; nacida en la ciudad de Córdoba y radicada en Salta desde niña 
   En 2000/01 Crea los Talleres de Arte en la cárcel de Villa Las Rosas, por lo que Obtiene Reconocimiento de la Secretaría de Cultura de la Nación.-
Desde  2003 toma  a su cargo el re funcionamiento y puesta en valor del SALON AUDITORIUM "Dr. Rafael Villagrán", realizando la administración, dirección y producción hasta el día de hoy. Desde allí produce y realiza desde 2010 el “Encuentro Escénico Nacional TEATRO INFINITO” ,e instituye en nombre de la sala los PREMIOS VICTORIA A LAS ARTES ESCÉNICAS, único galardón que se entrega desde 2013 a la fecha, en reconocimiento a los artistas escénicos de Salta.
En literatura publicó: ENTRE SOLEDADES Y SILENCIOS, Edición R. Club; Participa en Antologías. MANIFIESTO POÉTICO, Edición Retorno; ALQUIMIA DE SUEÑOS, Edición SALAC Mendoza;  POESÍA DE LA MUJER ARGENTINA, Edición Fiorentino, Bs. As.. HISTORIAS QUE NO CONTAMOS, Edición. Hanne. Y participa en CD “VOCES VIVAS”, Producido por la Secretaría de Cultura de Salta -
Entre otras nominaciones, premios y distinciones: 
- PREMIO PHERSU:  Mejor Actriz Protagónica por la Obra: Eva y la Muerte
- PREMIO PODESTÁ 2012 otorgado por Asociación Argentina de Actores y Honorable Senado de la Nación. 
- GRAN PREMIO VICTORIA, Otorgado por sus pares, en Honor al Trabajo Permanente, Disciplina y Ética Profesional y Personal. 
-  RECONOCIMIENTO AL MÉRITO ARTÍSTICO. Ley 6475 – 87 – Otorgado por el Gob. de la Prov. De Salta.
- PREMIO “SOL ANDINO” 2015 – APORTE A LA CULTURA – Otorgado por FUNDACIÓN CABLE EXPRESS Y EMPRESAS ASOCIADAS.
PREMIO LOLA MORA,  a Mujer Destacada en Gestión Cultural Otorga: HONORABLE SENADO DE LA NACION.

jueves, 20 de febrero de 2020

EL REFUGIO DE LA MUSA por ALDO GUARDATTI



       EL REFUGIO DE LA MUSA 
                                                                                                                                                       Por Aldo Guardatti
                                                
                            
  

        Amanece en El Refugio de la Musa, en La Caldera, casi tres kilómetros más allá desde donde termina el pueblo. Me visto sin hacer ruido y sigiloso salgo a la galería, a observar como mudo espectador la naturaleza.
   Los duendes espían dentro de las gotas de lluvia atrapadas en los pétalos los deseos y sueños prohibidos de las musas y las hadas.

   Desde lejos llega como un murmullo el bramido del río, que se va apagando a medida que se acrecienta la luz de un nuevo día.

   Los pepiteros de collar, los cerqueritos –con sus tocados a rayas blancas y negras-, una pareja de cardenales curiosos, una reinamora y un benteveo, miran desconcertados en todas direcciones y endulzan el aire desde las tupidas ramas de la enorme morera ubicada hacia el oeste de la casa. En sus cantos revelan los secretos que les han contado Pachamama y los espíritus de la naturaleza durante la última noche, pero solo los chamanes y las brujas entienden lo que dicen… y no todos.
    El olor a tierra mojada inunda el aire, y comienzan a celebrar los coyuyos en las ramas, sabedores de que el calor será agobiante en pocas horas.
   El cielo permanece gris, pero al observar con atención se adivinan algunas nubes un poco más bajas que las demás, jugando con sus formas cambiantes a enviarnos crípticos mensajes.
   Se agolpan tantas cosas en mi mente que me doy cuenta y llego a convencerme que la lluvia de anoche no fue de a, sino de inspiración.
   Recién ahora, sumergido en el paisaje, bombardeados mis sentidos por todo tipo de estímulos, comprendo que el nombre del lugar no ha sido fruto de la casualidad, mucho menos de un capricho humano.
   Las casualidades no existen, y la Musa nunca permitiría que el capricho de un simple mortal pusiera nombre a su refugio.
    Ha sido obra de ella, y convenció al mortal de que él ha sido el artífice.  

   Aldo Guardatti, escritor, autor de seis libros y ganador de Premios provinciales, nacionales e internacionales. Un gran amigo.

sábado, 1 de febrero de 2020

ALAS por Marianela Velarde Villa.


    


                                                               ALAS
                                                                             
                                                                                                    “Alas y actitud por siempre”. 

                           
                                      
           

      Era una tarde más pero sin dudas la más bella. Por el ventanal podía ver el camino  con flores blancas hasta la tranquera, que con el verde césped eran un cuadro perfecto; unos goterones levantando el aroma de tierra mojada, mientras un viento travieso mecía los tapices en la galería y los pájaros se guarecían en los pinos. Todo indicaba lluvia, de las que invitan a sentarse en el living con un buen libro, cafecito y chocolates. Un hilo de luz enceguecedor rasgó el firmamento desde la tierra hacia lo infinito, seguido de un estruendo que me dejó sin respiro y sentí caer el agua con furia en la Estancia.
     En ese instante, me vi en recuerdos siendo niña, chacoteando en los charcos tratando de atrapar mariposas y  corriendo con los brazos extendidos al cielo… Lo feliz,  valiente y libre que era. Me vi con las trenzas mojadas, el agua corriendo por mi rostro sonriente y mis ojos desbordando vida…  
     Recordé que si hay personas bendecidas en la vida, yo soy una de ellas. Nací en los quebrachales, en la tierra arisca de Anta, mi amada Salta- Argentina y a Tatita Dios gracias, en cuna gaucha. En tierras del coleto, espuelas y guardamontes, donde las guitarras, bombos y violines engalanan el aire, donde por las noches se siente rugir el Río Juramento, el chillido de coyuyos y algún tropel de caballos.
     Mi niñez fue tremendamente mágica; casas de muñecas y bibliotecas con colecciones de libros de cuentos clásicos y enciclopedias en las que viajé por el mundo… las mejores amigas y primas con quiénes jugamos a ser maestras, abogados, médicos, reinas y princesas, ¡siempre las mejores del mundo!   Tuve el amor incondicional de mi madre Juana, de mis tíos Luisa y Pipo,   de mis abuelos y de un ángel  llamada Petrito, que colmaron mis días de colores y risas, malcriándome hasta el hartazgo. Tuve padre y a la vez no lo tuve, en definitiva fue una relación de nada, a pesar del respeto y cariño que siempre hubo. Tuve una infancia privilegiada, no había celulares ni computadoras, pero había rondas de amigos en las veredas, paseos en bicicleta, campeonatos de bolillas, canje de  figuritas repetidas, caballos y pistolas de palo siendo la mejor pistolera se haya visto y solía sentarme en una carretilla, para que mis primos me pasearan por las calles y como una soberana reina tiraba besos… tremendamente audaz. Me gustaba dibujar, pintar, escribir y leer muchísimo, mis grandes romances fueron con los libros. Hablando de amor, me enamoré  de mis primos lejanos, que estaban vedados y así, todo ese amor platónico terminó siendo nada.
      Mi abuela paterna fue sin dudas la mejor abuela. Ella era la cita segura de todas las tardes con aroma a maíz tostado, mazamorra y mates cebados con pan casero, mientras leía la Biblia y me hacía rezar el Santo Rosario pidiendo por toditos los muertos y enfermos. Su casa era la casa del pueblo, rodeada de parras, manzanos, cítricos, duraznos y plátanos. Allí se dictaba Catecismo y se hacían los Pesebres vivientes. Con ella hice el viaje más quijotesco, viajar en tren atravesando medio país; no volví a viajar en tren, pero es uno de los mejores recuerdos que guardo y si me hubiese invitado a la luna, sin dudas hubiese ido.
     Mi abuelo materno, gaucho de cuna tenía una estampa imponente. Era culto y respetado; político de la Unión Cívica Radical, que llegó a Intendente de la ciudad con la honorabilidad y humildad de los grandes.   Su escritorio era un templo de libros y diarios que mi abuela cuidaba. Ellos eran muy compañeros, los domingos solían ir a Misa al pueblo, en un sulky tirado de caballos criollos y él siempre vestido de gaucho, con su sombrero alado negro y nuestro bendito poncho salteño. Las visitas a su Finca era compartir con mis primos las más insólitas travesuras; sacarle cigarrillos a los tíos mientras dormían la siesta, montar a caballo hasta el río y volver llena de usapucas, bañarme en el canal y hacer casas en los árboles. Jamás tuve miedo… a nada ni a nadie. A los tres años subía a la mesa y cantaba la Marcha Peronista que sonaba por la radio,  mientras toda mi familia radical se infartaba.  
          A los cuatro años me escapé por la ventana de mi habitación y fui sola en piyamas a la Escuela del pueblo, a inscribirme en Jardín de Infantes y quedé como alumna. Mis compañeros del Colegio fueron los mejores, estudiosos y creativos… las carrozas eran semanas de hacer flores de papel y engrudo, donde los más genios lograban darle formas majestuosas… el diario “El sapo ronco” ¡era para balcones! Y haciendo honor a nuestra Salta no faltaron los músicos y cantores.
     Un día nos fuimos del pueblo Gaona por razones laborales de mi madre; no lloré y tampoco me despedí, porque en cierto modo, nunca me fui. A pesar de los años y del tiempo transcurrido, mi corazón aún late en sus calles.
     La universidad Nacional de Tucumán fue mi más bello sueño cumplido; en esas aulas tuve los mejores Profesores que me enseñaron a pensar, crear y sentir el amor por los derechos, y tuve también abnegados y buenos compañeros. La Residencia universitaria religiosa para señoritas, fue el paraíso perfecto para lograr el éxito y forjar las grandes amigas de mi vida.
     De pronto, paró la lluvia y me encontré frente al espejo del living y mirándome hasta el alma me pregunté ¿en qué retoño se durmió mi valentía, libertad y felicidad? ¿En qué retoño  me quedé sin alas?  Mis ojos empañados brillaban más que nunca, nacida en los quebrachales solo podía ser quebracho. Varios años alejada de todo en la Estancia, mi vida se plasmó en un instante y ese día, en ese momento, supe que esa niña había vuelto para abrir sus alas, para ser y dar de ahora en más, aquello por lo que vino al mundo.